Cuando acabé el colegio en Tocina, en 8º de EGB, entré interna en un colegio de monjas, como mi hermana había hecho el año anterior. Allí, con la Hermana Carmen, estudiábamos Secretariado, sólo para mujeres, a mi hermana le daba clase la Hermana Reyes. El colegio estaba en la Avenida de la Palmera, en Sevilla, uno de aquellos edificios reutilizados de la Exposición Iberoamericana de 1929. El colegio se llamaba Las Adoratrices. Eran los años setenta.

Era la primera vez que salía de Tocina, y fue algo traumático para mí, porque yo siempre fui muy “madrera”. Para colmo, solo veía a mi familia unas horas a la semana. Mi padre iba a por nosotras en un taxi y nos recogía a las 10 de la mañana del domingo, teniendo que regresar a las 6 de esa misma tarde.
También estábamos el mismo colegio y se venían con nosotras en el taxi para Tocina Puri González y Lola Flores. En Navidad, en vez de volver a casa dos, volvíamos cuatro; nos acompañaban dos hermanas canarias que nunca tenían vacaciones, a mi hermana le daba pena y a mis padres no le importaba, no sé cuál era el motivo, quizás la distancia. Estuve poco tiempo, pero guardo un bonito recuerdo del colegio, las compañeras, y de una monjita muy mayor que me consolaba en los momentos bajos.
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